viernes, 27 de septiembre de 2013

Córdoba y Monsanto: la realidad transgénica. Tensión en la planta de Monsanto

La multinacional Monsanto, gendarmes, policías y grupos de choque de la UOCRA (gremio de la construcción), contra vecinas y vecinos que no quieren que les sigan contaminando la vida. Informes sobre lo que no se dice de la planta de semillas transgénicas, que no presentó estudios de impacto ambiental ni consultó a la comunidad.
Tensión en la planta de Monsanto

En otro capítulo del desembarco de Monsanto en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, donde planea construir la planta de semillas transgénicas más grande de Latinoamérica, grupos enviados por la UOCRA (Unión Obreros de la Construcción de la República Argentina) desplazaron a una veintena de manifestantes que bloqueaban desde hace una semana dos portones de entrada al establecimiento para impedir el avance de las obras.
“De acá no nos movemos”
Respaldados por  Infantería y policías, los trabajadores alegaban que por el parate Monsanto despidió a 25 empleados, y amenaza con nuevas bajas. “Nos decían que tenían derecho a trabajar”, cuenta Lucas Vaca, de la Asamblea Malvinas por la Vida, sobre el diálogo con los trabajadores. Sin embargo, no hubo negociación: “Nosotros tenemos derecho a protestar y a defender nuestra vida”. Los manifestantes contra Monsanto fueron corridos a los empujones e insultos, y desplazaron los bloqueos a dos puntos sobre la ruta A-88 y a uno de los portones de la planta para impedir la circulación de los camiones que proveen materiales.



“Necesitamos compañeros que vengan, que esto viene para largo, y de acá no nos movemos”, dijo a lavaca Sofía Gatica desde el lugar. Sofía es una de las Madres y referentes del barrio cordobés Ituzaingó Anexo, el cual logró la primer condena por las muertes y enfermedades provocadas por productores y fumigadores por la utilización de agroquímicos. La presencia de la UOCRA evoca el modo en el que el mismo gremio, comandado por el ex agente de inteligencia del Ejército Gerardo Martínez, atacó a vecinos de Rawson opuestos a los proyectos megamineros en la provincia de Chubut, en noviembre de 2012. Sofía Gatica sostiene que en este caso eran empleados de Monsanto enviados por UOCRA a través del gremialista Luis Gutiérrez, quien planteó que Monsanto había despedido a 25 trabajadores dos días antes “y que ahora desde Monsanto los habían llamado que iban a despedir a otros más”. ¿Realidad, excusa, o extorsión? Policías y gendarmes estuvieron allí para cubrir y garantizar que los enviados por UOCRA cumplieran su cometido.

Tres bloqueos

Lucas Vaca hace un esfuerzo por describir lo que sus ojos ven: “Somos 150 personas entre los tres bloqueos; y hay 50 de infantería, 30 policías y 50 gendarmes más o menos”. Sobre el despliegue Sofía Gatica contabiliza “cinco camionetas de infantería, cinco patrulleros y autos particulares de la policía”.

La cuenta, a esta altura de la tarde, significa que hay más manifestantes que al mediodía, cuando fueron desplazados de los portones de la planta por “casi 200 empleados de la UOCRA”, explica Lucas, secundados por las fuerzas de seguridad, que ahora mantienen vigilado el portón principal.

“El predio es nuestro”

“Estamos rodeados por la infantería pero estamos resistiendo cortando la ruta en tres lugares”, resume Sofía, vecina galardonada internacionalmente con el premio ambiental Goldman, por ser una de las fundadoras del grupo Madres de Ituzaingó que impulsó los primeros estudios en Argentina de enfermedades por agrotóxicos. Hoy se ha desplazado hasta la localidad de Malvinas Argentinas: “No nos van a desalojar porque está viniendo mucha gente. Prácticamente el predio es nuestro”, dice.

Lucas Vaca es vecino de Malvinas e integrante de la asamblea. Amplía el panorama: “Ahora tenemos más puntos de corte y en la ruta hemos cortado media calzada con autorización de la fiscalía”.

De esta manera la asamblea Malvinas por la Vida, vecinos y otras organizaciones impiden el avance en la construcción de la planta de desarrollo de semillas transgénicas más grande de Latinoamérica, que aún no presentó estudios de impacto ambiental según lo estipula la Ley General de Ambiente para este tipo de instalaciones. “Nosotros no nos pensamos mover porque creemos que se nos debe dar la consulta popular vinculante”, agrega Lucas sobre la potestad de los malvinenses de decidir si quieren o no la instalación de la planta en la localidad donde viven.

Además: “Tenemos un amparo ante el tribunal Superior de Justicia que no lo termina de resolver. Desde hace más de seis meses tomamos la decisión de manifestarnos directamente en el foco del problema”. Hace una semana celebraron un festival llamado Primavera sin Monsanto al que asistieron más de 2 mil personas y en el que se decidió, en una asamblea final, acampar directamente en los portones para impedir el avance de las obras de la planta.

El desplazamiento

“Hoy, luego de una reunión con el gremio, vinieron casi 200 empleados directamente a abrir los portones y a decir que tienen derecho a trabajar y que nosotros se lo estamos impidiendo. Justo estábamos en el intercambio de turnos entre mañana y tarde, había mujeres, chicas jóvenes, y entonces ellos pudieron sacarnos”, cuenta Lucas Vaca.

La policía, Gendarmería Nacional y un cuerpo de infantería acompañó los movimientos de los trabajadores y garantizó el libre acceso del portón policial: “No hay nada escrito sobre un desalojo, el policía que vino mostró una orden de desalojo por celular”.

Lucas Vaca resume el tipo de permiso que gozan no solo estos trabajadores, sino la propia empresa Monsanto que avanza con las obras de una planta que no se sabe si contamina o no, y de los propios pobladores del lugar rechazan: “Tienen un permiso político”.

Cómo contamina

El doctor Merardo Ávila es parte de la Red de Pueblos Fumigados que redactó el único informe conocido sobre la planta en cuestión y que anuncia su potencial contaminante. Cuenta en diálogo con lavaca:

“La planta va a tener 240 silos grandes de 150 toneladas, que son galpones circulares donde almacenan, seleccionan y secan granos de maíz”.
“Estos silos gigantescos tienen que mover el grano, tienen que airearlo, porque de lo contrario empiezan a fermentar y entran en combustión y explotan. Ese movimiento de los silos de maíz va desprendiendo una cascarilla, como una arenisca del revestimiento que tiene la semilla. Esa cascarilla vuela, por la corriente de aire que tiene el silo que lo hace desprender por la parte superior”.
“Esa batería gigantesca de silos está puesta justo al noroeste del pueblo, que es de donde viene el viento la mayor parte del tiempo. Va a ir tirando esa nube de cascarilla. Nosotros tenemos medido en muchos pueblos que los residuos de esas cascarillas tienen gran cantidad de productos químicos: glifosato, atrazina y otros”.
“Aparte, los silos se llenan de insectos que se alimentan de los granos, y ahí es donde le echan los insecticidas. Van a usar una serie de productos que son neonicotinoides para proteger el lugar”.
“Otro proceso de contaminación: el curado de la semilla, que significa cubrir con una capa insecticida persistente a las semillas, darle como un latex que quede impregnada y no se vaya rápidamente. Eso tiene el objetivo de que cuando las estén comercializando no sean atacadas por bichos y cuando la siembren tampoco las ataquen gusanos.
“Todos esos productos que van a usar para curar las semillas se echan en enormes piletones donde van a usar más de millón y medio de litros de agroquímicos. Eso necesita 600 mil litros diarios de agua. Toda esa agua contaminada no sabemos dónde la van a tirar.
“Hay estudios científicos ya publicados que muestran como en la Argentina la gente que vive alrededor de los silos tiene una alta tasa de problemas respiratorios como el asma.
“Hay una planta que es un tercio más chica que está en Rojas, provincia de Buenos Aires. Ellos tienen grandes problemas porque no consiguen personal para esa planta: se enferman. Y si pensás que Malvinas es el pueblo más pobre de Córdoba según el último censo, la gente tiene mucha necesidad de trabajo y va a estar dispuesta a trabajar”.
El corte continúa. La promesa de trabajo, en todo caso, durará sólo mientras se construya la planta, que además contribuye a un modelo de concentración de la economía en pocas manos, que es igual a empobrecimiento. El resto de la historia, como Córdoba ha podido comprobar, implica enfermedad. A continuación presentamos los estudios elaborados por Ávila Vázquez sobre todo lo que no se dice acerca de la planta de Monsanto.

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