viernes, 22 de noviembre de 2013

La otra cara del modelo agrícola industrial. La invasión de Monsanto

 

 En Argentina, las consecuencias del uso del herbicida glifosato incluyen malformaciones, cáncer, abortos espontáneos y muertes.
Argentina se ha convertido en el tercer mayor productor de soja a nivel mundial. No obstante, ante las secuelas de las fumigaciones con glifosato, crece la oposición al cultivo de plantas transgénicas.
La familia Gatica vivía en la localidad argentina de Ituzaingó, a 50 metros de un campo de soja transgénica. Desde el aire, los aviones fumigaban regularmente las plantas con el pesticida glifosato, y, con el paso del tiempo, los vecinos del barrio se enfermaron.
“Los niños están naciendo con malformaciones, nacen con seis dedos, sin maxilar, sin el hueso de la cabeza, con malformación de riñón, sin ano, y muchos padres tienen cáncer”, cuenta Sofía Gatica, activista antitransgénicos.
En 1999, una hija de Sofía murió por insuficiencia renal tres días después de haber nacido. Esta pérdida la motivó a indagar los extraños sucesos en su localidad. Junto con otras mujeres, la activista fundó el grupo “Madres de Ituzaingó” que presentó un estudio alarmante: las reservas hídricas de la región estaban contaminadas, y en la sangre de un 80 por ciento de los niños de la localidad se habían detectado rastros de pesticidas.
Asimismo, Andrés Carrasco, médico de la Universidad de Buenos Aires, comprobó que el pesticida glifosato puede causar daños de nacimiento en animales vertebrados: “Lo que realmente sucede en la mayoría de los casos son los abortos espontáneos. Es decir, que la inhalación o la introducción de estas sustancias en el organismo matan al embrión.”

Los daños de nacimiento se cuadruplicaron
La agencia de noticias AP remite a casos similares en toda Argentina. Por un lado, los insecticidas y pesticidas de la multinacional Monsanto contaminan las fuentes de agua y el aire. Por otro, muchos campesinos usan estas sustancias químicas sin las medidas de protección adecuadas.
En el Chaco, por ejemplo, los daños de nacimiento se cuadruplicaron en la última década, con la introducción de la tecnología biológica. Monsanto, por su parte, no reconoce ninguna conexión entre la fumigación y las enfermedades en localidades vecinas.
En la actualidad, Argentina es el tercer mayor productor de soja a nivel mundial. Pese a una creciente oposición contra pesticidas y plantas transgénicas, muchos campesinos argentinos aún están convencidos de los beneficios de los productos marca Monsanto.
Desde hace tres décadas, César Soldano cultiva sus campos en Córdoba y la provincia Santiago del Estero. Con la introducción de soja transgénica su producción ha aumentado considerablemente: “Los suelos estaban agotados, erosionados, no existía productividad a través del cultivo, y cuando viene este cambio tecnológico, las cosas se transformaron radicalmente. Esa persona que fue capaz de alterar el núcleo de las plantas para beneficio del cultivo de los alimentos es merecedora de un Premio Nobel.”

Crece apoyo a activistas antitransgénicos
Sin embargo, Sofía Gatica no cree que estos beneficios económicos puedan compensar los daños en la salud a largo plazo. Las amenazas a las que se enfrenta la activista antitransgénicos no la han podido intimidar, y poco a poco va creciendo el apoyo a su causa. “Todos los pueblos están pidiendo franjas de protección, que no se fumigue hasta donde está la gente. Muchos lugares tienen una franja de 1.500 metros, otros de 2.500 metros. Logramos que, en Córdoba, haya un registro de tumores, porque no había un registro de la gente con cáncer”, cuenta.
En 2012, un tribunal de Córdoba condenó por primera vez a un cultivador de soja transgénica por envenenar a la población con pesticidas y contaminar el medio ambiente. Este fallo es un ejemplo importante, pero aún aislado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario