Incertidumbre, riesgo, crisis, peligros globales, caos… Son
algunos de los conceptos más repetidos en el último informe de la ONU que un
panel intergubernamental (formado por 60 científicos y representantes de un
centenar de países) discute estos días en Japón. El documento ha sido elaborado
por la agencia sobre cambio climático de naciones unidas, pero su perspectiva
no se limita a describir el actual impacto ambiental, como en ocasiones
anteriores, sino que centra su foco en el análisis de las amenazas contra la
civilización. Sus conclusiones no son nada halagüeñas y vienen a reforzar,
mediante una escalofriante mímesis.
Las catástrofes naturales producidas durante el pasado año,
junto a los efectos del clima extremo, con sequías, olas de calor, inundaciones
y ciclones, han dejado a su paso graves problemas de abastecimiento,
hiperinflación y ciertos conatos de revuelta. El nuevo enfoque de la ONU ya no
se centra en el deshielo de los glaciares y el peligro que supone para los osos
polares la alteración de su hábitat. Esta vez se apuntan las serias
dificultades que enfrentará la civilización en un periodo no muy lejano, de
entre cuatro y ocho décadas. El reto ahora es “buscar la supervivencia de la
especie humana”.
Un punto de inflexión en las lecturas sobre el clima, que
según Michel Jarraud, secretario general de la Organización Meteorológica
Mundial, “es el resultado de la acción humana”. Por tanto, como apuntan en las
conclusiones, en nuestras manos está revertir esta tendencia o, al menos,
reducir el devastador efecto de dichas amenazas. El informe que aún no ha sido
publicado, pues necesita todavía la aprobación de los representantes de todos
los países de la ONU, propone la publicación de un documento más sintético, de
unas 29 páginas, destinado a los responsables políticos.
Los riesgos y amenazas para la civilización
Aún hay margen para tomar medidas, aseguran. De lo
contrario, la pobreza, las migraciones o el hambre, resultantes de estas
catástrofes naturales, se convertirían en una fuente constante de conflictos.
La disminución de recursos incentivaría la guerra por el acceso a bienes de
primera necesidad, advierte la versión preliminar del informe, “empujando a los
Estados a asumir nuevos desafíos y determinando, cada vez más, las políticas de
seguridad nacional”.
La disminución de
recursos empujará a los Estados a asumir nuevos desafíos y determinará, cada
vez más, las políticas de seguridad nacional
Como telón de fondo, la agravación de los fenómenos
meteorológicos extremos ya apunta a una menor supervivencia de especies
animales y vegetales, al descenso de los rendimientos agrícolas, el aumento de
enfermedades asociadas a la contaminación y el desplazamiento de grandes masas
de población. “Una desestabilización de los actuales equilibrios” que pondría
en riesgo la continuidad de la civilización, según los expertos que se han
basado en cientos de estudios anteriores sometidos a la opinión de la comunidad
científica.
“Está muy claro, no estamos preparados para asumir este tipo
de situaciones”, reconocía tras uno de los encuentros el autor principal del
informe, Chris Field, a la agencia Associated Press. Unos riesgos que podrían
encuadrarse en cinco grandes bloques:
Violencia y enfrentamientos entre países por el acceso los
recursos
Por primera vez, el panel de expertos ha hecho hincapié en
la asociación entre calentamiento global y conflictos bélicos. En primera
instancia, matizan, no causará guerras abiertas entre países, pero se
convertirá en un factor de desestabilización que acrecentará los motivos de
enfrentamiento. Las repercusiones transfronterizas (reducción de las zonas
heladas del planeta, de las fuentes de agua compartidas o de los recursos alimentarios)
“tienen el potencial de aumentar la rivalidad entre estados”.
Un buen ejemplo es el fenómeno climático de El Niño, capaz
de alterar la disponibilidad de alimentos básicos en numerosos puntos del
planeta, ocasionando problemas de abastecimiento, hiperinflación y, en última
instancia, revueltas sociales, como se analizaba recientemente en Valor
Añadido. Y es que, “el origen de la abortada primavera árabe hay que buscarlo
ahí”, aclaraba el autor.
Aumento del precio de los alimentos y ‘puntos calientes’ de
hambre
Los precios de los alimentos y materias primas agrícolas
aumentarán entre un 3 y 84% hasta el año 2050. A medida que se vaya
encareciendo la comida, paralelamente irán surgiendo “puntos calientes” de
hambre en la ciudades. De hecho, el antecedente de la crisis financiera fue la
crisis alimentaria.
Por cada grado
centígrado que aumente el calentamiento global, los recursos de agua potable
disminuirían en un 20%
Por su parte, la organización Oxfam, presente en estos
encuentros celebrados en la ciudad japonesa de Yokohama, advirtió que el cambio
climático podría perjudicar la lucha contra el hambre en el mundo. Sólo durante
la próxima década, la producción mundial de cereales se reduciría en un 2%,
mientras que la demanda aumentaría en un 14% de aquí a 2050.
Amplios territorios sin acceso a recursos hídricos
Según la versión aún no definitiva del documento, por cada
grado centígrado suplementario (de calentamiento), los recursos de agua potable
disminuirían en un 20%. O lo que es lo mismo, un 7% de la población mundial no
tendría acceso a este recurso vital. Simultáneamente, los riesgos de
inundaciones, en particular en Europa y Asia, aumentarían sensiblemente a causa
de la emisión de gases de efecto invernadero, en consonancia con las tesis de
James Lovelock, autor de la refrendada hipótesis de Gaia. La creciente
contaminación del agua se convertiría en una fuente de trasmisión de
infecciones.
Desigualdad económica y generalización de la pobreza
Los pobres serán más pobres, las clases medias perderán
poder adquisitivo y los ricos serán más ricos. Unas desigualdades económicas
que sientan las bases de un posible colapso de la civilización, como ya
vaticinaba el citado estudio la Nasa.
Enfermedades crónicas y auge de las infecciones
La mala alimentación, las olas de calor o la contaminación
agravarán los problemas de salud de la población. Sin embargo, el informe
señala que los efectos del deterioro medioambiental sobre la salud humana es
uno de los que menos gravedad reviste, en comparación con el resto.
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