miércoles, 21 de mayo de 2014

En el aniversario de su muerte El legado de José Martí


Carlos Medina Viglielm-.Barómetro Internacional
A 119 años de la Caída en Combate del Apóstol cubano. El sábado 18 de mayo de 1895, en el campamento de Dos Ríos, escribía Martí a su amigo, el mexicano Manuel Mercado, lo que más tarde se tomaría como su Testamento Político: su visión respecto a las intenciones yanquis para con Cuba y el resto de Latinoamérica.

Decía Martí en su carta:
(…) “Ya puedo escribir; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas. Y mi honda es la de David”.

En la mañana del domingo 19 de mayo de 1895, daría Martí su único discurso ante las tropas rebeldes, discurso en el que culminaría diciendo: “¡Por Cuba yo me dejo hasta clavar en la cruz!”.

En la tarde de ese día Martí, a cuyo lado cabalgaba un ayudante del cual nunca supo su nombre, caía revólver en mano bajo una cerrada descarga de fusilería. Su ayudante se llamaba Ángel de la Guardia. Nada pudo hacer por él.

En 1891 Martí participaría, como Cónsul de las repúblicas de Uruguay, Paraguay y Argentina, en la Conferencia Monetaria Internacional organizada por el gobierno de los Estados Unidos, que intentaba imponer un segundo patrón monetario, el patrón plata, metal sobre el cual tenían un gran dominio.

José Martí supo ver los perjuicios que provocaría el proyecto yanqui a las repúblicas latinoamericanas, y se opuso a ello vehementemente, logrando echar por tierra las pretensiones norteamericanas. Decía Martí en su informe sobre la “Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”, acerca de los Estados Unidos:

“Creen en el derecho bárbaro como único derecho. Creen en la superioridad incontrastable de la raza anglosajona contra la raza latina. Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente de indios y negros.

Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más. ¿Pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?

Quien dice unión económica dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad.”

En enero de ese mismo año 1891, José Martí publicaría en México su famoso ensayo “Nuestra América”, que en sus primeros párrafos dice:

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.”

Muchos años después, en el 2010, aquella idea de Martí comenzaba a hacerse realidad. A propuesta del comandante Hugo Chávez Frías, presidente entonces de la República Bolivariana de Venezuela, se fundaba, libre de la tutela yanqui, por el bien de las naciones hispanoamericanas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC.

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