miércoles, 22 de junio de 2016

Entrevista a Luiz Moniz Bandeira, uno de los mayores expertos en relaciones con los Estados Unidos “Estados Unidos quiere bases en Ushuaia y en la Triple Frontera”









Martín Granovsky  Página/12
El investigador brasileño dijo a Página/12 que, según sus informaciones, las bases o quasi-bases (centros de apoyo para movimientos militares) están en proceso de negociación entre Washington y el gobierno de Mauricio Macri. Explicó cómo y por qué los Estados Unidos alentaron el golpe contra Dilma Rousseff.


–¿Hay un patrón común que una la política desplegada por Macri y el golpe en Brasil?

–Sí. Hace mucho tiempo que los Estados Unidos buscaban un cambio de régimen en la Argentina y Brasil, dos países que en el 2005 frustraron la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas. Procuraron hacerlo por vía electoral. Alcanzaron su objetivo en la Argentina con la victoria de Mauricio Macri. En Brasil no. Dilma Rousseff venció, aunque por pequeña diferencia de votos, el candidato neoliberal Aécio Neves. Pero la crisis económica, la recesión agravada por los errores políticos de la presidenta Dilma Rousseff, la caída de su popularidad, las denuncias de corrupción en la Petrobrás, etcétera, crearon el clima para que la oposición pudiera promover el proceso de impeachment, que todavía debe ser confirmado por el Senado. Sin embargo, el gobierno del presidente provisorio Michel Temer desde luego pasó a actuar como definitivo y a desarrollar una política para atender a los intereses de Washington y Wall Street.

–Usted estudió con mucho detalle la relación entre los Estados Unidos y Brasil. ¿Hay indicios o pruebas de una participación de los Estados Unidos en el golpe de Michel Temer?
–Los indicios son muchos. Tanto el juez Sergio Moro, del Lava Jato, como el fiscal de la República Rodrigo Janot mantienen contacto con organismos de los Estados Unidos. El fiscal Janot estuvo allá en reuniones con el Departamento de Justicia, el FBI y funcionarios de la Securities and Exchange Comission (SEC) buscando datos sobre la Petrobrás. Moro realizó cursos en el Departamento de Estado en 2007. En 2008 pasó un mes en un programa especial de entrenamiento en la Escuela de Derecho de Harvard, acompañado por su colega Gisele Lemk. Y en octubre de 2009 participó de la conferencia regional sobre “Illicit Financial Crimes” promovida en Rio de Janeiro por la Embajada de los Estados Unidos. Pero no hay indicio más evidente de sus conexiones que el hecho de que Moro haya sido elegido como uno de los diez hombres más influyentes del mundo por la revista Time en 2015. Además la Operación Lava-Jato tuvo y tiene como blanco las compañías como Petrobrás y como Odebrecht, que promueve la construcción del submarino nuclear con tecnología francesa.
¿Influyó en la relación Brasil-Estados Unidos la construcción de un submarino junto con Francia?

–Es que esa iniciativa no conviene de ningún modo a los Estados Unidos, que mantienen la 4ª Flota navegando en el Atlántico Sur, cerca de las reservas de petróleo que están debajo del pré-sal, el conjunto de formaciones rocosas ubicadas en la zona marítima de buena parte del litoral de Sudamérica. Principalmente a lo largo de Brasil y con un gran potencial de generación y acumulación de petróleo.

–¿También en la Argentina?

–Las reservas petrolíferas de la compañía inglesa Lockhopper’s North Falkland hasta mayo de 2016 se han duplicado hasta llegar a más de 300 millones de barriles. Las estimaciones a las que tuve acceso indican que el potencial en la zona es de casi mil millones de barriles. Otras dos compañías inglesas estaban por operar en los yacimientos petrolíferos de Malvinas. La victoria de Mauricio Macri aumentó el apetito de inversiones de Estados Unidos en la región. Éste es posiblemente uno de los factores que llevan a los Estados Unidos a entablar negociaciones para la implantación de una base militar en Ushuaia, en la Patagonia y más cerca de la Antártida, además de otra en la Triple Frontera, donde está parte del Acuífero Guaraní, el mayor manantial subterráneo de agua dulce del mundo, con un total de 200.000 km2. Es manantial transfronterizo, que abarca a Brasil (840.000 Km²), Paraguay (72.500 Km²), Uruguay (58.500 Km²) y Argentina (225.000 Km²).


–Pero las bases no están. ¿O sí?

–Las bases aún no existen pero tengo información de que están siendo negociadas con Macri. Es una vieja intención de los Estados Unidos y ahora aprovechan la situación política favorable. Las bases tienen una tipología común. Se llaman “quasi-bases”, módulos que puedan servir en caso de emergencia. En Paraguay empezaron con la construcción una gran pista de aeropuerto en Mariscal Estigarribia. Esa “quasi-base” fue empezada en 1980, con la construcción de módulos para alojamiento de 16 mil soldados, y después ampliada con la pista del aeropuerto, radares y hangares. Luego frenaron en gran medida debido a presiones de Brasil y no estacionaron ningún contingente militar aunque ya tenían la garantía de inmunidad a los soldados por parte del Senado de Paraguay desde 2005.

–¿Qué tipo y profundidad de vínculos mantienen los Estados Unidos con las Fuerzas Armadas de Brasil?

–Las Fuerzas Armadas de Brasil mantienen relaciones cordiales y de colaboración, en diversos sectores, con la Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Pero hay desconfianza. Desde la guerra de las Malvinas, en 1982, la primera hipótesis de guerra en estudio por el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Brasil es la de un conflicto con una potencia tecnológicamente superior, por ejemplo con los Estados Unidos, en la Amazonia. Y los altos mandos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica son conscientes de que los Estados Unidos no quieren el desarrollo de Brasil como potencia militar, con un papel internacional. Por eso el Pentágono insiste en que las tareas de las Fuerzas Armadas brasileñas sean solamente de policía interna. Nuestros militares no lo aceptan. Las contradicciones son muchas. Y las condiciones en Brasil y en el mundo no son las mismas de 1964, año del golpe militar. El último ministro de Defensa de Dilma, Aldo Rebelo, era del Partido Comunista de Brasil. No hubo ningún problema.

–¿Existe un diseño continental de los Estados Unidos?

–Hay un diseño geopolítico y estratégico de Washington en la instalación de una base en Ushuaia y otra en la Triple Frontera, como ya le comenté. Su objetivo es recuperar y aumentar la presencia militar en la América del Sur, que parece haberse reducido desde que perdieron la base de Manta, en el Ecuador, y desde que la Corte en Colombia consideró inconstitucional la instalación de siete bases. Bases reconocidas como tales existen en El Salvador (Comalpa), Cuba (Guantánamo), Aruba, Curaçao y Puerto Rico. Al mismo tiempo los Estados Unidos mantienen en América Latina bases informales y legalmente ambiguas. El Pentágono las llama quasi-bases para evitar tanto el escrutinio del Congreso como la reacción de los países. Las quasi-bases están en Perú, Honduras, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Colombia, entre otros países, a lo largo del litoral del Pacífico. Las quasi-bases en la Antártida y la Triple Frontera representan una amenaza a la soberanía de Argentina y a la seguridad de Brasil. El presidente Lula había rechazado el acuerdo para que Estados Unidos hicieran la bases de lanzamientos de cohetes en Alcántara, al norte de la Amazonia.

–¿Cómo se articulan el poder del dólar, el militar, el del comercio y el soft power de la cultura, el consumo o las series?

–Los Estados Unidos usan presiones comerciales, maniobran el mercado mundial, y emiten sanciones económicas mientras los medios corporativos de comunicación despliegan su propaganda y se convierte en instrumentos de psy-ops, operaciones de guerra psicológica.

–Usted nombró a la USAID, la agencia de los Estados Unidos para el desarrollo internacional. El presidente Evo Morales la expulsó.

–El peso de la USAID es muy variable en los distintos países. Bolivia fue el segundo país después de Rusia en expulsar a la USAID. Y lo hizo porque tenía un papel clave en el estímulo a la oposición. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, amenazó hacer lo mismo. La USAID coopta periodistas, financia la instalación de prensa y radio contra el gobierno del país, etcétera.

–¿Los Estados Unidos tomaron alguna determinación específica sobre Sudamérica o aprovecharon la debilidad de los regímenes populares o progresistas?

–Parecería que los Estados Unidos ahora volvieron la atención para América del Sur, que no estaba en las prioridades de su política exterior. Pero su perspectiva es incierta por la posibilidad de victoria de Donald Trump en las elecciones de noviembre. Igualmente, con o sin él en la Casa Blanca tampoco es segura la aprobación por parte del Congreso de los tratados de libre comercio ya firmados por el presidente Barack Obama.

–¿Hay alguna novedad geopolítica en el mundo?

–Ninguna reciente. Sigue el impasse entre los Estados Unidos y Rusia en el conflicto de Ucrania y en la guerra de Siria. Mientras tanto, la OTAN continúa moviéndose cerca de las fronteras de Rusia. Hay una guerra híbrida ente las grandes potencias –Estados Unidos, Rusia y China–, pero no creo que pueda ocurrir una confrontación militar directa. Alemania, Francia y algunos otros países no quieren guerra en Europa. Por otro lado, los movimientos de la OTAN, alegando la amenaza de Rusia a Polonia y a los Estados Bálticos, pasan a ser un gran pretexto para alimentar una industria bélica de la cual dependen miles de empleos en Estados Unidos.

–¿Qué papel juegan Rusia y China en Sudamérica?

–El rol de Rusia no es muy relevante. Está involucrada en Ucrania y Siria. Venezuela, desde el gobierno del ex-presidente Hugo Chávez, intentó un acercamiento a Rusia. Pero no había ninguna posibilidad de que Moscú quisiera intervenir en Sudamérica. En cuanto a China, la situación es diferente. Tiene mercado y posee enormes recursos financieros para invertir. Más que los Estados Unidos. Su papel es cada vez más relevante. Es el mayor socio comercial y el principal inversor de capital en Brasil, con cifras previstas superiores a los 54 mil millones de dólares, y el segundo mayor socio comercial de la Argentina, después de Brasil.

–Si se analiza el golpe en Brasil, ¿Eduardo Cunha fue la cabeza de una conspiración?

–Cunha sirvió solamente como instrumento para la presentación del pedido de impeachment. Es un corrupto, ya bastante desmoralizado, y pronto será descartado, expulsado del Congreso y posiblemente preso. El gobierno de Temer es débil. Carece de legitimidad y apoyo popular. Es un gobierno totalmente podrido, corrupto. Y sirve a los intereses antinacionales.

–Si Cunha fue solo un instrumento, ¿de dónde vino el plan?

–En Brasil hubo y sigue habiendo una aguda lucha de clases, fomentada principalmente con recursos financieros que llegaron no solamente de las organizaciones empresariales de São Paulo y de otros sitios del país sino también del exterior, por medio de ONGs, financiadas, directa o indirectamente, con recursos de grandes capitalistas como George Soros y David y Charles Koch. Los hermanos Koch son la base del Tea Party. También financiaron a las ONGs ricos como Warren Buffett y Jorge Paulo Lemann, propietarios de los grupos Heinz Ketchup, Budweiser y Burger King, y socios de Verônica Allende Serra, hija del actual canciller, José Serra, en la heladería Diletto. No se puede dejar de considerar el eventual rol de organizaciones vinculadas al gobierno de Estados Unidos, entre las cuales cito el National Endowment for Democracy (NED) y la USAID.

–¿Qué factor aceleró el ataque contra el gobierno de Dilma Rousseff?

–En Brasil hay una poderosa facción empresarial. Se sumó el sector de la clase media que siempre odió las políticas de Lula mantenidas por Dilma. Agreguemos que a Washington nunca le gustó la política exterior que Brasil desarrolló desde 2003. La esperanza de Washington era influir para cambiar el rumbo del país si ganaba en 2014 Aecio Neves, y volvía al poder el partido que se intitula de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el de Fernando Henrique Cardoso. Pero era visible antes de las elecciones de 2014 que Dilma Rousseff seria elegida. Por eso la campaña contra ella empezó ya en 2013, con las manifestaciones de junio en São Paulo, Brasilia y otras ciudades y los abucheos a funcionarios durante la Copa del Mundo, una estrategia basada en el manual del profesor Gene Sharp, De la Dictadura a la Democracia, para el entrenamiento de agitadores y activistas, en cursos en la universidades americanas e incluso en las embajadas de los Estados Unidos. Los grandes medios corporativos, pertenecientes a la oligarquía, actuaron con fuerza decisiva para el derrocamiento de la presidente en estrecha alianza con el juez Moro y el fiscal Janot, que la nutrían con informaciones capciosas, selectivas, contra el PT y el ex presidente Lula.

–¿Qué elementos fueron clave en la caída de popularidad de Dilma?

–No se debió solo a la campaña de prensa sino también a los errores de la política económica que implementó cuando imaginaba que así podía contener la oposición del empresariado. De las protestas, con el pretexto de combatir la corrupción, participaron sobre todo blancos y ricos de las capas medias y medias altas. Y hoy está claro que los más corruptos son los que asumieron el gobierno con Temer, cuyo programa es, sobre todo, la privatización de las empresas estatales y la supresión o reducción de los beneficios sociales en busca de la austeridad.

Pero fueron muchos los factores que llevaron Washington a trabajar con las capas medias y altas de Brasil en la campaña por el impeachment de la presidente Dilma Rousseff. Brasil ha denunciado en las Naciones Unidas el espionaje de la National Security Agency (NSA) monitoreando las comunicaciones de la Presidenta y la Petrobrás. Dilma llegó a cancelar una visita de Estado a los Estados Unidos en señal de protesta. Compró aviones en Suecia, lo que representó duro golpe para la división de defensa de la Boeing, con la pérdida de un negocio por un valor 4.500 millones de dólares. Siguió con el programa de construcción del submarino nuclear y otros convencionales, con transferencia para Brasil de tecnología francesa. No compra más ningún equipo militar en los Estados Unidos, porque el programa nacional de defensa, formulado y aprobado por el gobierno de Lula, solamente lo permite con transferencia de tecnología para Brasil, cosa que no autoriza una ley del Congreso de los Estados Unidos. Brasil es miembro fundador de nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, instituido en Shangai. Y a los Estados Unidos les interesa acabar con el Mercosur, la UNASUR y otros órganos sudamericanos creados juntamente con Argentina.


Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-302214-2016-06-20.html

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